El amargo gofre del exilio

Y se marchó, y a su barco le llamó Libertad, y dejó al juez del Supremo con dos palmos de narices y dice que va a trabajar en Suiza, con lo difícil que es eso, porque ha sido profesora de Derecho en la Universidad de Barcelona


..

JUAN LUIS PÉREZ TORNELL

Mucho estaba tardando. El revolucionario, aunque sea de la sonrisa o simbólico, necesita escenificar su revolución adornando con la épica más florida posible el combate contra un estado español fascista y genocida donde los haya. Dos maneras hay de hacer esto: la gallardía del que abre su camisa e invita a los sayones a disparar sobre su pecho varonil (modelo Junqueras) o el exilio romántico en tierras húmedas y de limitada gastronomía (modelo Puigdemont).

Lo que parecía bastante raro es que la tercera pata del banco, precisamente la que presumía de ser la vanguardia radical e insobornable de esta movida que contemplamos asombrados, permaneciera en sus cuarteles de invierno, en una metafórica mesa de camilla, como si no fuera con ella el intento de sedición, precisamente su razón política de ser en estos tiempos confusos. Hubiesen quedado como el legendario capitán Araña que embarcaba a las huestes burguesas a un combate incierto del que, astutamente, se retiraba en el último momento, por si había palos.

Ahora la cabeza visible de la CUP la diputada Anna Gabriel se exilia en Suiza. También sorprende que no elija modelos políticos afines a su cuerda ideológica. Estoy seguro de que tanto Venezuela como posiblemente Cuba, estarían encantados de servirle de exilio dorado, para demostrar que no solo allí hay presos y presas políticos y políticas, sino que el combate contra los franquistas españoles sigue vivo. El clima caribeño también le permitiría seguir luciendo esas camisetas de “agitprop” tan llamativas.

Sin embargo ha elegido Suiza, lugar donde, como es sabido, el anticapitalismo es referente y oráculo de su población y de sus anónimos gobernantes. Ha cambiado de peinado abandonando ese flequillo que le confería un aspecto de revolucionaria, pero de revolucionaria de la Revolución Francesa, de esas que esperaban tricotando al pie de la guillotina para ver como se llenaba el cesto con las cabezas de los aristócratas.

Y se marchó, y a su barco le llamó Libertad, y dejó al juez del Supremo con dos palmos de narices y dice que va a trabajar en Suiza, con lo difícil que es eso, porque ha sido profesora de Derecho en la Universidad de Barcelona.

Existe no obstante el precedente, notable por su afinidad ideológica con la señora Gabriel, del mismísimo Lenin que desde su mullido exilio de Zurich inició, empujado y financiado por la burguesía alemana, la larga marcha que culminaría en su llegada a la estación de Finlandia, con las consecuencias sabidas. La historia, ya decía Marx, se repite, primero como tragedia, después como farsa.

Y el pobre Puigdemont perdiendo protagonismo en su modesta casa de Waterloo y comiendo gofres. Los amargos gofres del exiliado.