El paro irreversible

Por un lado, la cantidad de puestos de trabajo disponibles se reduce claramente y, por otro, la demanda de empleo se amplía. ¿Cómo puede reducirse el paro así? Hay una forma, pero es la que menos cuadra a nuestras ciegas administraciones y, por supuesto, a nuestras avariciosas grandes empresas: el reparto del empleo y la redistribución de la riqueza


..

MARIO SANZ CRUZ

Cada vez que oigo las previsiones del Gobierno, en materia de creación de empleo, me sorprendo mucho. Por más que ellos digan lo contrario, con las actuales condiciones que se empeñan en mantener, el paro no puede reducirse, es más, irá creciendo imparablemente. Las motivos son simples y cualquiera puede verlos mirando a su alrededor. Cuando yo entré en el MOPU, en 1992, trabajaban en señales marítimas de Almería, unas quince personas. Ahora somos cuatro.

Cualquiera que trabaje en el campo sabe que la maquinaria y la tecnología han reducido el número de trabajadores de la agricultura en enormes tantos por ciento. Por citar un clásico, las muchas cuadrillas de segadores que cortaban los cereales, fueron sustituidas por cosechadoras, conducidas por una sola persona; pero los entendidos en la materia encontraran cientos de ejemplos.

Lo mismo sucede en las fábricas, donde muchas cadenas de personas han sido sustituidas por robots específicos, quedando muy mermadas sus plantillas.

En el sector servicios, se amortizan puestos a costa de nuestra incomodidad. La gasolina nos la echamos nosotros, montamos nuestros muebles, nos autoservimos en muchos bares y restaurantes, etc. En los pequeños establecimientos y talleres se han perdido los aprendices, los ayudantes y la mayoría de los dependientes, convirtiendo al dueño es “Juan Palomo” para poder salir adelante.

En los servicios públicos, una gran cantidad de funcionarios ha sido sustituida por empresas externas, que han reducido considerablemente el número de puestos de trabajado a base de cargar las jornadas de los subcontratados, bajando ostensiblemente, además, sus condiciones laborales.
Para más inri, tras la burbuja inmobiliaria que nos sacudió años atrás y aún nos atenaza, los precios de las viviendas subieron tanto que han entrampado a las familias para las próximas décadas, obligando a buscar trabajo, a la desesperada, a todos sus miembros. Antes, una vivienda podía pagarse con una parte no demasiado grande del sueldo de una persona, por lo que con un miembro activo en la familia se podía vivir, aunque el otro cónyuge estuviese parado o dedicado a las labores no remuneradas que considerase oportunas. Pero tras la burbuja, toda la familia se vio obligada a buscar trabajo para pagar los desorbitados precios de las viviendas, ampliando en gran manera la demanda de puestos laborales y las listas de buscadores de empleo.

Así que, por un lado, la cantidad de puestos de trabajo disponibles se reduce claramente y, por otro, la demanda de empleo se amplía. ¿Cómo puede reducirse el paro así? Hay una forma, pero es la que menos cuadra a nuestras ciegas administraciones y, por supuesto, a nuestras avariciosas grandes empresas: el reparto del empleo y la redistribución de la riqueza.

En vez de tener a la gente trabajando cuarenta horas a la semana, haciendo, además, horas extras que no les suelen pagar, no sería más lógico repartir la labor en jornadas más pequeñas, con lo que se sacaría mucha gente del paro, ahorrando a su vez en prestaciones de desempleo.
No sería más lógico que, en vez de seguir acumulando ceros en las cuentas bancarias de los pocos privilegiados acaparadores de la riqueza, las personas de a pie, trabajando pocas horas, tuviésemos un sueldo digno, que nos permitiese vivir y disfrutarde buena salud, buena educación, un medio ambiente respetado, cultura para todos y un ocio creativo; que a su vez necesitaría muchos nuevos puestos de trabajo, más directos, más humanos, que obligatoriamente tendrían que ser atendidos por personas.

Pero eso, por muy lógico que nos parezca, lo pensamos los que no tenemos ninguna fuerza ni ninguna influencia. ¿O sí la tenemos?