Las láminas perdidas de Goya no llegaron a ser inventariadas

Ante la policía judicial, los funcionarios de Carboneras no recuerdan que los documentos de compra pasaran por sus manos y que los facsímiles se depositaran en el archivo municipal. El exalcalde mantiene lo contrario en los juzgados de Vera


Cristóbal Fernández durante un pleno celebrado el 19 de octubre de 2010, cuando aún era alcalde. A su izquierda el secretario, Francisco Javier Rodríguez.

ALMERÍA HOY / 13·12·2017

Los testimonios de los funcionarios y del anterior alcalde de Carboneras, Cristóbal Fernández, en relación a la supuesta desaparición de 80 láminas de Goya compradas por la exconcejal de Cultura socialista, Josefa Cruz, se parecen mucho menos que un huevo a una castaña. Más aún, son completamente opuestas.

Fernández compareció ante la Policía Judicial de Garrucha el pasado 8 de febrero a las 11:30. Tras reconocer que conocía la compra de la colección por parte de Josefa Cruz, el instructor le preguntó si conocía el actual paradero de las láminas, a lo que el exalcalde respondió que «la colección estuvo en el archivo municipal hasta, al menos, las doce de la mañana del 5 de julio de 2011», momento en el que dejó el gobierno del Ayuntamiento de Carboneras después de traspasar los poderes al nuevo gobierno de Salvador Hernández.

Y añadió «que el Secretario certificó la totalidad de bienes no inventariados que se custodiaban en el archivo municipal», así como también afirmó «con total rotundidad que la colección de ochenta estampas de Francisco de Goya con el título ‘Desastres de la guerra’ estaba físicamente en el archivo municipal» junto a otras piezas, entre ellas «cuatro o cinco cuadros» realizados por el propio Cristóbal Fernández, y «que todas esas obras fueron certificadas por el secretario como obrantes en el archivo».

Sin embargo, cuando el citado secretario municipal, Francisco Javier Rodríguez Rodríguez, fue llamado por la Policía Judicial cinco días más tarde, desmintió lo declarado por el exalcalde. Así, a la pregunta de si «realizó un inventario» a requerimiento de Cristóbal Fernández, respondió que «no exactamente», que lo que tuvo lugar fue «confeccionar varias fichas para completar el inventario que se hizo en 2008».

El Secretario declaró que «para ello se examinaron exclusivamente fichas de inventarios anteriores, facturas o albaranes de compra», y que «no se llegó a verificar in situ uno por uno los efectos o bienes inventariados», por lo que «el hecho de que un objeto figure en el inventario no garantiza que el mismo se encontrara en el archivo municipal».

Cuando el agente instructor le instó a decir si recordaba «si entre los bienes inventariados se hallaba la colección de Goya comprada a Planeta», el fedatario del Ayuntamiento contestó que «no».

En el mismo sentido que el secretario respondió un día después,14 de febrero, el funcionario al que Cristóbal Fernández le había encargado la actualización del ‘inventario’, Joaquín González Belmonte. González contestó, también, «no exactamente» a la pregunta sobre si realizó «un inventario de los bienes» a requerimiento del exregidor.

El funcionario explicó que «lo que se hizo fue dar instrucciones para cumplir con la normativa de régimen local, actualizando el inventario municipal para dar cuenta del mismo a la Corporación entrante tras las elecciones municipales». Al igual que el secretario, Joaquín González describió «que la actualización del inventario municipal se hizo con las fichas que facilitaron los distintos departamentos, con los datos que en la misma se recogían, entre ellos la ubicación en donde se encontraba el bien».

Cuando la Policía le preguntó si recordaba que entre los bienes inventariados se encontraban las láminas de Goya, González respondió «no», y que tampoco recordaba «que esa ficha fuese incorporada en la actualización» del citado inventario.

Ante la contradicción entre lo declarado por su defendido y lo reportado por los funcionarios testigos en el caso, la abogada de Cristóbal Fernández, Julia Rubio, aportó durante la comparecencia del exalcalde ante el Juzgado de Instrucción nº 2 de Vera el pasado 11 de octubre, a modo de golpe de efecto, la copia de un certificado compulsado con un listado de todo lo que Fernández, que había dejado tras el traspaso de poderes a su sucesor, Salvador Hernández, el actual regidor, incluyendo las ya famosas 80 láminas.

Cristóbal Fernández había acudido ese día ante la juez en calidad de investigado por la presunta comisión de «un delito de malversación de caudales públicos tras la supuesta adquisición con fondos del Ayuntamiento de Carboneras de una colección de ochenta estampas de Francisco de Goya con el título ‘Desastres de la guerra’».

Sin embargo, el documento aportado por la defensa levantó las sospechas de la acusación particular, que solicitó a la juez, como así hizo, que exigiera que la defensa entregara el documento original.

Las sospechas se fundaban en que la compulsa tenía la misma fecha de la expedición del certificado, algo inusual, pues lo normal es que se pida la compulsa de un documento para que tenga fuerza de original cuando es requerido por alguna instancia publica, como es el caso de un procedimiento judicial. Precisamente por eso, resulta extraño a la acusación particular que se hubiera presentado una fotocopia de la compulsa y no la original.


EL COMERCIAL DE PLANETA

También prestó declaración ante la Policía Judicial la exconcejal de Cultura Josefa Cruz Orta. Al ser preguntada sobre si «realizó un pedido a la editorial Planeta» para comprar las 80 láminas de Goya «por un importe de 3.250 euros», Cruz reconoció que «un comercial de la editorial Planeta vino a ofrecernos dicha colección, que como concejala de Cultura me pareció bien el precio de adquisición y la posibilidad de realizar actividades propias de la Concejalía de Cultura como exposiciones u ofrecerlas a otros organismos públicos».

Más parca fue su respuesta cuando le preguntaron «si dicha colección fue expuesta en algún evento». Josefa Cruz se limitó a responder no.
También su declaración entró en contradicción con la del Secretario. Así, cuando fue interrogada por el lugar de destino de las estampas, la concejal declaró que «las subí al archivo municipal, cuyas llaves son custodiadas por el Secretario del Ayuntamiento», en tanto que el mencionado funcionario manifestó a preguntas de la Policía que «al antiguo archivo municipal podía acceder cualquier persona del Ayuntamiento, dado que había varias con llaves: desde el técnico de Medio Ambiente hasta la limpiadora», pues se debe pasar por él para «acceder a la azotea del edificio».

La defensa de Cruz también aportó un documento durante su comparecencia como investigada el pasado 11 de octubre. Se trata de una resolución de la concejalía de Cultura aprobando la compra de las láminas. La resolución no consta en el archivo municipal, según el secretario, y sólo lleva la firma de la concejala. La acusación ha solicitado una prueba pericial que determine la fecha del documento, ante la sospecha de que pueda tratarse de una falsificación.


¿110.000 EUROS DEL AYUNTAMIENTO EN LA PARED DE CRISTÓBAL?

Fuentes del equipo de gobierno han referido que, tras una comida hace ya años, un grupo de amigos ojeaba un catálogo con la obra del prestigioso pintor venezolano afincado en París pero con residencia también en Carboneras Jesús Rafael Soto, uno de los máximos exponentes del denominado arte cinético.

Al pasar una página, uno de los contertulios saltó como un resorte: «Este cuadro está en la casa de Cristóbal».

Los compañeros de mesa no daban crédito. «Ese fue un regalo del pintor al pueblo de Carboneras en 1982», repuso otro de los comensales.
Sea cierta o no la anécdota, a partir de ahí se difundió el rumor, pero el cuadro no aparecía en ninguna de las dependencias municipales.
El Grupo Independiente, entonces en la oposición, comenzó a preguntar por su paradero en cada pleno municipal, pero el alcalde Cristóbal Fernández no contestaba.

Con el tiempo apareció en el archivo municipal, pero roto, sin el bastidor con los hilos que permitía que la imagen del cuadro cambiara en función del punto de vista del espectador. Algunos años más tarde, en la edición de la muestra de arte contemporáneo ARCO 2016, un cuadro de la misma serie, de 50x50, aparecía valorado en el catálogo en 110.000 euros.