Faros, mucho más que señales marítimas

Los fareros, esa gente que ha dado vida a los faros desde dentro, desde que en 1863 se inaugurasen los primeros faros en la costa de Almería, nos extinguimos con rapidez. En 1993 se declaró a extinguir el Cuerpo de Técnicos de Señales Marítimas y, a los que pertenecíamos a él, se nos condenó a ser finalistas para el dudoso honor de ser el último farero de España. Las promociones, jubilaciones y las enfermedades se han ido llevando a mis compañeros. De once fareros que habitaban los faros almerienses, en 1992, sólo quedamos dos


Mario Sanz Cruz, farero en Almería.

MARIO SANZ CRUZ / 14·12·2017

Almería es una de las provincias con más kilómetros de costa de España (217). Nuestro litoral está cuajado de puertos y de poblaciones marineras que, históricamente, se han abastecido y han sacado sus mercancías por mar. Incluso puede decirse que Almería ha funcionado casi como una isla, moviendo mercancías y pasajeros siempre en barco, hasta la reciente «modernización» de los transportes por carretera, ferrocarril y avión que, dicho sea de paso, sigue teniendo numerosas deficiencias y reivindicaciones que caen continuamente en saco roto.

Pese a su larga tradición marinera y pescadora, la Almería actual no mira demasiado al mar, no siendo para ofrecer sus magníficas playas al turismo. Si levantamos la vista más allá de los apartamentos y los chiringuitos, veremos que en esta provincia tenemos diez faros que orientan a los muchísimos navegantes de todo el mundo, en su tránsito frente a nuestras costas. Pese a los muchos avances de la tecnología, los marinos siempre utilizan los faros para confirmar su ruta con una luz física, brillante y evidente, que está por encima de las modernas pantallas de GPS, a la vista de cualquiera que la necesite.

Los fareros, esa gente que ha dado vida a los faros desde dentro, desde que en 1863 se inaugurasen los primeros faros en la costa de Almería, nos extinguimos con rapidez. En 1993 se declaró a extinguir el Cuerpo de Técnicos de Señales Marítimas y, a los que pertenecíamos a él, se nos condenó a ser finalistas para el dudoso honor de ser el último farero de España. Las promociones, jubilaciones y las enfermedades se han ido llevando a mis compañeros. De once fareros que habitaban los faros almerienses, en 1992, sólo quedamos dos.

Yo, que llevaba seis meses en mi puesto de farero de Mesa Roldán, cuando llegó nuestra lenta pero inexorable condena, soy actualmente el último farero del Levante Almeriense y él único que sigue conservando la vivienda en el faro, de toda la provincia.

Al haberse vaciado los faros, conservando su luz, por supuesto, desde Puertos del Estado, actual gestor de las Señales Marítimas, se lanzó la idea de utilizarlos como hoteles o restaurantes. Desde una lógica comercial, tiene sentido querer rentabilizar edificios vacíos, aunque, personalmente, cuando pienso en la rentabilidad que puede sacarse a los faros, me salen cifras tan pequeñas que no veo el negocio, comparado con las cifras millonarias que manejan las Autoridades Portuarias. Haciendo una comparación un poco chusca pero realista, sería algo parecido a que el Corte Inglés pusiese un puesto de castañas en la entrada de cada una de sus sedes.

Yo no soy nadie para decir al Ministerio de Fomento lo que debe hacer, pero, por experiencia y amor a los faros, creo que estoy en condiciones de dar ideas o sugerencias, por si a alguien pueden servirle de orientación o de iluminación.

Nuestros faros, son mucho más que señales marítimas. Son edificios históricos, singulares, colocados en los mejores miradores al mar y, gran parte de ellos, situados dentro de Parques o Reservas Naturales. Nuestros faros son lugares de peregrinación turística, punto fijo en la pupila de los artistas, escritores y cineastas; son utilizados por la gente de mar y admirados por la gente de mar y de tierra.

Creo que, dentro de lo posible,sus edificios vacíos deberían convertirse en museos, como el que he hecho yo en Mesa Roldán; salas de exposiciones como la que hay en el faro de Roquetas, centros de interpretación, aulas del mar o cualquier equipamiento cultural, que permita disfrutar de nuestros faros a la mayor cantidad de gente posible, que sirvan como faros de la cultura; en vez de convertirse en islas de lujo para unos pocos privilegiados con dinero.Es una idea, una opinión, un deseo.

Larga vida a los faros de la luz y de la cultura.