¿Y tú de quién eres?

De seguir con esta tónica, que cada poco tiempo se tenga que vallar un monumento de la provincia dejará pronto de ser noticia


Parte vallada del Cable Inglés, en la capital almeriense.

PABLO REQUENA

Lo de Almería y el patrimonio histórico es algo así como lo del talento y el entrenamiento; se puede nacer con un don natural para hacer algo concreto, pero si no se ejercita, si no se practica a diario, probablemente termine en el retrete de las oportunidades perdidas. Y digo esto aun siendo consciente de que aquí también vale aquella cita de Sófocles avisando sobre que, en esta vida, más vale la suerte que el talento.

Volviendo al patrimonio almeriense, toca hablar más de mala que de buena suerte. Estos días observamos —unos con guasa y otros con cabreo— que el Cable Inglés ha tenido que ser vallado parcialmente debido al inminente riesgo de derrumbe por el mal estado de conservación. «Se veía venir», dicen algunos. «Mucho ha durado», comentan otros. «Qué poca vergüenza tienen», conviene la mayoría.

De seguir con esta tónica, que cada poco tiempo se tenga que vallar un monumento de la provincia dejará pronto de ser noticia. En los últimos años, ha ocurrido en La Alcazaba —obviaremos el acero corten en sus murallas— pero también con las obras de emergencia del Hospital Provincial o las del Cortijo del Fraile, y pasará en breve con el Palacio del Almanzora, la Casa de Góngora, el castillo de San Pedro o con yacimientos arqueológicos existentes en la provincia, sean El Chuche, Bayyana, El Argar, Turaniana, Ciavieja...

Lo del Cable Inglés chirría especialmente por varios motivos. El primero es que nos han prometido tantas cosas con este cargadero de mineral —el CAF, un paseo-mirador, una zona de restauración y ocio... Promesas —embustes— añejas de nuestra Junta de Andalucía, que un día te anuncia 18 millones de euros para la «puesta en valor» del Cable Inglés, y al siguiente te dice que nanai, que ese 'muerto' es del Gobierno central. Y se queda más ancha que Castilla mientras desde el Gobierno replican que nones, que el cargadero de mineral es de la Junta. Y así hasta el infinito mientras otro monumento almeriense se viene abajo.

Lo peor de todo es que son reincidentes. Ahí están —increíble que se mantengan en pie, pero ahí siguen— los torreones de Pescadería, otro elocuente ejemplo de la soberana mierda de representantes públicos que moran por estos lares. «Que no es mío, sino tuyo», dice la Junta. «¿Qué estás armando?», replica el Ayuntamiento. Y mientras, estos vestigios con siglos a sus espaldas llenos de grafitis y mugre, usados para colgar cables de teléfono y electricidad, haciendo las funciones de aparcamiento público e improvisado urinario, afeando, todavía más, las vistas del que debería ser el barrio más bonito y mejor cuidado de toda la ciudad. En fin, ya se sabe; qué se puede esperar del 'culo del mundo'...

«Y ya me estaba poniendo un poco nervioso con esta vieja tan pesada, y me comiendo la riaja cada vez que me preguntaba: Y tú, ¿de quién eres? De Marujita, le repetía una y otra vez. Y tú, ¿de quién eres? De Josefita, le dije a ella. Y tú, ¿de qui´dn eres? De Marujita, por favor y entérese usted. Y tú, ¿de quién eres? Y yio le dije que era un niño huérfano, fui recogido por un familia mu guena que me había criado un poquito más allá de trebujena. Y tú, ¿de quién eres? De Marujita, me duele la boca de decirlo. Y tú, ¿de quién eres? Yo ya no sé ni de quien soy. Y tú, ¿de quién eres? como me dé por pegarle se va a enterar. ¿Y tú de quien eres? Ni iba a comprar zapatos ni iba a comprar na», cantaban los irrepetibles 'No me pises que llevo chanclas', y cantamos muchos almerienses cada vez que pasamos junto a los torreones de Pescadería o bajo el Cable Inglés. Ahora bien; amenacen al carguito de turno de la Junta, el Ayuntamiento y el Ministerio con quitarle su merecidísimo salario si no solucionan este circo, y verán qué rápido dejamos todos de cantar.