¿Andalucía bien gobernada?

Lo cierto es que es una de las provincias con mayor desarrollo económico de Andalucía y con una imagen turística cada vez más consolidada en el panorama nacional, tal y como lo demuestra el hecho de que el pasado mes de julio se alojaran en Roquetas 259.000 personas de nacionalidad española y otras tantas de distintos países europeos


La comunidad andaluza lleva gobernada por el mismo partido desde su existencia.

EUGENIO NARBAIZA

Después de tres meses de ausencia de mi Andalucía debido a razones médicas de un familiar, todo parece indicar que ya tengo el camino libre para regresar a mi Almería y Roquetas del alma, en donde la vida es agradable, la gente estupenda, pero los servicios que dependen de la Junta no lo son tantos. Aunque todos comentamos esta situación y achacamos la culpa de estos malos servicios a la dejadez de la Junta de Andalucía y a la circunstancia de que, en la provincia, el PP es casi un partido hegemónico en la vida política, lo cierto es que es una de las provincias con mayor desarrollo económico de Andalucía y con una imagen turística cada vez más consolidada en el panorama nacional, tal y como lo demuestra el hecho de que el pasado mes de julio se alojaran en Roquetas 259.000 personas de nacionalidad española y otras tantas de distintos países europeos.

Sin embargo, tiene unos servicios dependientes de la Junta que están a años luz de lo que merece una provincia pujante, con una estupenda imagen turística y cuyo PIB representa aproximadamente el 29% del total andaluz. Lo peor de todo es que parece que esta situación no tiene remedio, porque desde la Junta no se atiende a razones, van a su aire y siguen actuando de tal manera, que lo que debería ser normal en una sociedad desarrollada, lo convierten en extraordinario y de manera tardía, sin pensar en que los almerienses también pagamos impuestos, y las continuas desconsideraciones del órgano de gobierno autónomo hacia la provincia frenan su pujante desarrollo y la gran calidad de vida que tiene por sus condiciones perfectas tanto para el turismo como para la agricultura.

Si hablamos de sanidad, Almería tiene unas carencias importantes en esta materia por las malas infraestructuras existentes, donde comarcas como la del Poniente cuenta con un solo hospital, saturado y en malas condiciones, y todo son pegas para la construcción de otro nuevo hospital en Roquetas, a pesar de que las autoridades municipales están dispuestas a financiar su construcción y cederlo posteriormente a la Junta.

Si hablamos de transporte, en el aéreo, volar a esta provincia desde cualquier punto de España resulta tremendamente caro, hasta el punto que es más económico comprar un billete a Bruselas que a un destino nacional. El pasado mes de junio, un billete Almería-Bilbao (haciendo escala en Madrid) me costó 254 euros, y comprándolo con cierto tiempo, puesto que en el caso de tener que adquirirlo con urgencia, el atraco por volar es más que evidente.

En lo referente al ferrocarril, se tardan siete horas desde la capital de la provincia hacia Madrid, y las perspectivas de mejora son prácticamente nulas en la próxima década, porque por razones que nadie entiende, no llega ni el AVE ni un tren de altas prestaciones a una provincia que parte del eje de su economía es la exportación de sus productos y la recepción de turismo. Pero ahí seguimos los almerienses, luchando a brazo partido para que nuestro peso en la región y la cuantía de los impuestos que pagamos se equipare a lo que la Junta andaluza debería darnos.

Todo esto tiene un culpable, y es la manera de gobernar de la Junta de Andalucía, donde prima el amiguismo partidista y la discriminación hacia sus ciudadanos dependiendo de la tendencia política de cada provincia, porque esto no sólo pasa en Almería; porque si nos vamos a la vecina Granada, por ejemplo, resulta que cada día visitan la Alhambra unas ocho mil personas que pagan una entrada por ver la belleza de ese monumento. Pues bien, la recaudación de esas entradas que supuestamente deberían beneficiar a la ciudad, resulta que se la queda la Junta de Andalucía en su totalidad, sin que la ciudad se beneficie de la explotación de dicho monumento, porque Granada, la joya andaluza, no disfruta de lo que por derecho debería corresponderle.

En definitiva, así está parte de mi querida Andalucía a mi regreso en este curso político que ahora empieza, en el que también el impuesto de sucesiones parece que será un tema de batalla política, dado que el aliado del PSOE o de Susana Díaz, ha condicionado la aprobación de los presupuestos a su bajada y parece que a pesar de sus criterios, los gobernantes ya están asumiendo que el atraco a sus ciudadanos después de toda una vida de trabajo, va a tener que terminar o lo pagarán en unas urnas que ni están tan lejos ni parece imposible que cambien el devenir de la región, después de 36 años de caciquismo político de una izquierda hoy débil, con una líder cuestionada desde su partido en Madrid y una oposición que después de tantos años de desidia, parece que por fin, quiere ocupar el gobierno de Andalucía.