El pene es el responsable del cambio climático

Para conseguir la publicación de una patochada en una revista «respetable», según los autores, sólo tienes que llenarlo de argot con palabras como «discursivo» o «isomorfismo, tonterías tales como argumentar que los hombres hipermasculinos están al mismo tiempo dentro y fuera de ciertos discursos, términos como «sociedad pre-post-patriarcal», hacer referencias lascivas a términos de jerga para el pene, referencias insultantes para los hombres —incluyendo la conclusión de que algunos hombres que deciden no tener hijos han sido en realidad incapaces de coaccionar a una pareja— y alusiones a la violación —afirmaban que el manspreading, la queja contra los hombres por sentarse con las piernas abiertas, es «comparable a violar el espacio vacío a su alrededor»—


Acto feminista en Madrid. // EP

JOSÉ LUIS RAYA

Ni las vacas, ni los gases de efecto invernadero, ni nada de nada. El filósofo Peter Borghossian, de la Universidad Estatal de Portland, y el matemático James Lindsay, han publicado en la revista Cogent Social Sciences un artículo en el que sostienen que el pene «está detrás de gran parte del cambio climático».

Obviamente, es una coña, pero lo autores han demostrado hasta qué punto el mundo científico y no científico están condicionados por lo que podemos llamar las políticas de género, el femininazismo, lo políticamente correcto, las tontunas del mundo civilizado o lo que estos autores llaman el 'postmodernismo'. Tal y como explican en un artículo para The Skeptic, «asumimos que si nos limitábamos a ser claros en la implicación moral de que la masculinidad es intrínsecamente mala, y que el pene está de alguna manera en la raíz del problema, el artículo sería publicado en una revista respetable». Y acertaron.

Para conseguir la publicación de una patochada en una revista «respetable», según los autores, sólo tienes que llenarlo de argot con palabras como «discursivo» o «isomorfismo, tonterías tales como argumentar que los hombres hipermasculinos están al mismo tiempo dentro y fuera de ciertos discursos, términos como «sociedad pre-post-patriarcal», hacer referencias lascivas a términos de jerga para el pene, referencias insultantes para los hombres —incluyendo la conclusión de que algunos hombres que deciden no tener hijos han sido en realidad incapaces de coaccionar a una pareja— y alusiones a la violación —afirmaban que el manspreading, la queja contra los hombres por sentarse con las piernas abiertas, es «comparable a violar el espacio vacío a su alrededor»—.

Sin duda, todos nos habremos reído un rato porque unos investigadores hayan puesto en evidencia a una revista científica; en nuestro ego más profundo, vemos a los científicos y la ciencia como algo ajeno a nosotros, como algo que no entendemos y que, por tanto, hay que combatirlo, al igual que combatimos al PP porque somos del PSOE, a los machistas porque somos feministas, a los veganos porque somos carnívoros o a los taurinos porque somos animalistas... El postmodernismo no sólo es decir tonterías y que nos las publiquen; es, sobre todo, aplaudir un titular sin leer el subtítulo y, mucho menos, el cuerpo de la noticia; es situarnos dentro de un colectivo por oposición a otro; es ir en contra de cientos de años de evolución histórica o lingüística por la moda de no herir susceptibilidades muy susceptibles.

Los autores no van contra la ciencia, van contra los panaderos y su afán de suprimir el refrán «pan con pan, comida de tontos», van contra el todos y todas, y contra las monjas y los monjos, van contra el laico que se ha empeñado en quitar todas las cruces del cementerio porque es un lugar publico, por el que quiere suprimir el toque de campana de la iglesia alegando exceso de ruido, los que asumen que la natalidad es un valor económico en sí mismo, o que sin la natalidad no se podrán pagar las pensiones, los que creen que el aborto o la heterosexualidad son derechos naturales, o los que hablan de la orientación sexual de un niño de cinco años...

Lo lamentable es que ésto que han hecho estos autores «poner en evidencia la carencia del sentido común de la sociedad» ya lo hizo otro eminente investigador en 1996, y hasta la fecha todo ha mejorado en negativo. En la sociedad actual es menos importante lo que dices, que el cómo lo dices; aplaudimos al que habla bien, aunque sólo diga tonterías; elegimos a nuestros representantes políticos por el partido, por las canas, por ser mujer u hombre, pero no por su trayectoria social, económica o moral; damos más importancia a lavarnos las manos para comer que a elegir lo que vamos a ver en televisión...

Estos investigadores no han demostrado que el pene sea el causante del cambio climático; han puesto en evidencia lo tontos que somos y como tontos dóciles, ciudadanos acríticos o votantes sectarios, les reímos la gracia y seguimos de tontos.