Andalucía 28F de 2017: el régimen

Andalucía viene sufriendo en la última década un desprecio significativo de sus políticos, teniendo en cuenta que hacen y deshacen según sus conveniencias, olvidándose de que manejan una región de ocho millones de habitantes que contemplan cómo se cambia en tres
ocasiones de presidente del gobierno sin que el motivo del relevo hayan sido las urnas, sino razones de partido


Andalucía celebra su día institucional cada 28 de febrero.

EUGENIO NARBAIZA

Un año más, estamos a las puertas del Día de Andalucía, fecha en la que conmemoramos el inicio de la andadura de esta región como Comunidad Autónoma y en la que desde los ámbitos de gobierno, se nos machaca a los ciudadanos con los logros alcanzados en la región, desplegando unos aires de triunfalismo, nacionalismo encubierto y de nepotismo, dándonos a entender que todo va bien, y que nada de lo que se nos está presentando es mejorable.

Pero, lamentablemente, la realidad que vive cada día el andaluz de a pie es otra bien distinta, porque para él, la sensación que percibe es que se le trata más como súbdito que como ciudadano, que su devenir es el de una persona que vive intervenida en todos los aspectos y que le gobiernan no servidores públicos, sino representantes de un maremagnum político, que manejando sus intereses, vive en otra realidad distinta a la del ciudadano.

En este sentido, Andalucía viene sufriendo en la última década un desprecio significativo de sus políticos, teniendo en cuenta que hacen y deshacen según sus conveniencias, olvidándose de que manejan una región de ocho millones de habitantes que contemplan cómo se cambia en tres
ocasiones de presidente del gobierno sin que el motivo del relevo hayan sido las urnas, sino razones de partido. Por otro lado, la gestión de gobierno, intervencionista hasta el extremo, impide un buen desarrollo de la economía, de la cultura, de la sanidad, de la educación, del transporte, generalmente por la cuantiosa burocracia a la que se enfrenta y el freno que supone para el desarrollo de una región con un potencial espectacular, pero atascada, maltratada.

En cuanto al desempleo, qué decirles que ustedes no sepan. Si tomamos las cifras de paro en perspectiva histórica, podemos observar que han pasado del 17 % en 1980 al entorno del 28 % en la actualidad. Vemos, además, que mientras se presume de una sanidad de calidad, los andaluces protestan en la calle por las graves deficiencias de la misma y la inacción del gobierno. En materia educativa, aunque también hay problemas estructurales, tanto en la enseñanza como en la gestión de los centros, la única preocupación de quienes nos gobiernan es atacar la libertad de enseñanza, por razones ideológicas, aun sabiendo que su decisión puede ser tumbada por el Tribunal Constitucional.

Quizás el caso más evidente de intervencionismo de los regidores andaluces es el Impuesto de Sucesiones, al ser la región española que más grava a sus ciudadanos, siendo de manera despiadada un atraco al trabajo y esfuerzo que a lo largo de la vida ha conseguido un ciudadano, que durante su vida laboral, ha contribuido con el pago de impuestos. Junto con esto, tampoco les importa a nuestros gobernantes que por tener conocimiento de una situación terminal, puedan incautarse los bienes crematísticos de los ciudadanos, porque sí.

Lo triste de este repaso a la situación de nuestra Andalucía no es contar las cosas ni ver como están; lo peor de todo es comprobar que el futuro cercano no despeja esta situación, porque en próximas fechas veremos cómo nuestra máxima regidora distraerá sus esfuerzos, atención y capacidad, en liderar un proyecto ajeno a los ciudadanos pero no al de su partido, que por otra parte, lleva gobernando esta Comunidad Autónoma 38 años.
Por Andalucía y la humanidad, no más desdén hacia los ciudadanos para que el orgullo que supone ser y sentirse andaluz se convierta en prosperidad y libertad.