Hacia la dictadura de la mayoría

¿Por qué tiene que decidir la sociedad cuánto debes cobrar por tu trabajo? ¿Por qué limita lo que tus hijos estudian y cómo lo estudian? ¿Quién es un señor de Cuenca u otro de Tenerife para multarte si no te pones el cinturón de seguridad?


August Landmesser, entre los trabajadores de los astilleros de Blohm und Voss, Hamburgo (1936).

FRAN NARBONA / 01·08·2016

Desde que a partir de la constitución francesa de 1793 se empezara a desarrollar el concepto y la aplicación de la soberanía popular, la cantidad y profundidad de competencias de los representantes del pueblo han aumentado sin límite conocido. En las democracias actuales, prácticamente todo lo que hacemos o pretendemos hacer está regulado, prohibido y/o limitado. Desde hace algún tiempo me pregunto: ¿es legítimo? ¿Hasta qué punto?

Para empezar, es conveniente entender cómo funciona hoy en día la soberanía popular en nuestro país. Los ciudadanos votan cada cuatro años a unos representantes, los cuales, eligen a un gobierno que necesita el apoyo de la mayoría de los primeros para realizar una eficaz labor ejecutiva. Es decir, las decisiones las toman unas 15 personas supervisadas por otros 350 cuyo sueldo depende de su lealtad a unas siglas elegidas por los ciudadanos (no confundir con lealtad a los ciudadanos). Sólo es necesario el 50 por ciento más 1 de los votos en el Congreso para que algo se convierta en ley, y dicha ley es de obligado cumplimiento para todos. Desde luego, es un avance respecto al absolutismo medieval en el que un solo ser humano hacía o deshacía a su antojo. Sin embargo, ¿dónde queda la libertad individual?

No concibo posible que sea justo que la sociedad decida sobre todo lo que te concierne, o mejor, que tenga capacidad para hacerlo aun cuando en este momento te esté dejando decidir a ti. ¿Por qué tiene que decidir la sociedad cuánto debes cobrar por tu trabajo? ¿Por qué limita lo que tus hijos estudian y cómo lo estudian? ¿Quién es un señor de Cuenca u otro de Tenerife para multarte si no te pones el cinturón de seguridad? ¿Qué sabrá el gobierno sobre si eres o no un buen guía turístico para obligarte a hacer —y pagar— un examen estandarizado? Podría seguir infinitamente, pero la idea ya está clara.

Los políticos, representantes de la sociedad, deben ocuparse de aquello que afecte a la sociedad en general, y no a aquello que incumba directamente sólo a los individuos. Respondiendo a las preguntas anteriormente planteadas podría afirmar que sólo yo y mi empleador tenemos
legitimidad para negociar las condiciones del contrato de trabajo. Que me ponga o deje de poner el cinturón de seguridad me afecta a mí y sólo a mí, quien lo vea innecesario debe tener derecho a conducir sin él bajo su responsabilidad. Un buen guía turístico es aquél con conocimientos
suficientes de la historia del lugar y capacidad comunicativa para expresarlos. Un examen estandarizado no garantiza nada sobre eso. Lo muestra la opinión de un cliente satisfecho. Finalmente, y siendo lo más claro posible: pensar que lo mejor para los alumnos es que todos sigan los mismos planes de estudio y los mismos métodos de aprendizaje es tan absurdo como afirmar que todos somos clones.

Churchill dijo: «la democracia es el menos malo de los sistemas políticos posibles», y yo añado: un exceso de democracia lleva a la dictadura de la mayoría. Avancemos hacia la soberanía individual.