La cultura de la imitación

PEDRO ASENSIO ROMERO

30·11·2014

En Almería observamos detalles, expresiones o gestos que se adoptan como propios, y no son más que el resultado de una lamentable mimetización cuyo origen hay que vincular a un proceso de colonización cultural. Esas voces que resuenan en la Semana Santa de la capital, proclamando el «tos por igual» y «al Cielo con ella, valientes»; esos carnavaleros que de pronto tornan su acento y canturrean ansiando imitar a las chirigotas del Teatro Falla; esos rocieros que pasean por las calles de nuestra ciudad ataviados con indumentarias almonteñas, abducidos por el espíritu del polvo del camino, representan tan solo unos pocos ejemplos de «copia y pega» que no tendrían mayor transcendencia si solo quedaran en eso: un legítimo deseo de imitar y compartir experiencias y tradiciones foráneas. Pero cuando estas manifestaciones se viven e interiorizan desde el error y la ignorancia, y se confunden como algo autóctono e inherente a la Región de Almería, la cuestión comienza a preocupar.

En muchas ocasiones, muchos de estos paisanos, ajenos por completo a su entorno antropológico e histórico, se abandonan a favor de una estética postiza. No es casualidad que este proceso de colonización cultural se impulsara a partir de los años ochenta del siglo pasado, cuando el fortalecimiento de una identidad andaluza exigía consolidar un proyecto político, con sus instituciones, banderas, símbolos y hasta un «padre de la patria», siempre con el eficaz apoyo de ciertos medios de comunicación y las imposiciones de la Consejería de Educación. Pero este fenómeno viene de antes. Ya en los primeros años del franquismo asistimos a una homogeneización regionalista donde el tipismo andaluz predomina como si de un cliché o rodillo se tratara.

Veamos muy brevemente la generalización y uso del traje de sevillana, que surge de aquellas mujeres de etnia gitana que a finales del XIX acudían a la Feria de Abril vestidas en batas de percal adornadas con volantes. Este sería el modelo que las mujeres béticas, de cualquier origen y condición social, elegirían para testimoniar y honrar su pasado. Los pueblos y regiones de toda España actúan de manera similar. Ocurre en Valencia, cuando la tradicional fallera se inspira en los vestidos de las mujeres labradoras del campo; en Aragón, con sus indumentarias baturras; en Mallorca con los payeses; los célebres charros salmantinos, etcétera, etcétera, etcétera. Siempre existe una burguesía que interviene decididamente para preservar con orgullo la tradición de su ámbito más próximo. En Almería, desgraciadamente, la clase dominante, los que «bajaban a la feria con sus mejores galas», le dieron la espalda a los vestidos tradicionales de nuestra vega, de los pueblos, de la gente humilde, y optaron por la imitación. Como bien afirma el etnógrafo almeriense Francisco Martínez Botella, las miserias y penalidades de la Guerra Civil marcaron una dramática línea en el tiempo, y todo lo que provenía del pasado fue pasto del olvido. Aquí no hubo reconocimiento, ni homenajes, ni recuerdo. El prototipo que veían en las películas del cine Hesperia, en los tediosos reportajes del NODO, en las estampas costumbristas del ABC, en las indumentarias de Coros y Danzas de la Sección Femenina, servían como modelo, y así fuimos perdiendo nuestra identidad, nuestra historia, el legítimo y justo testimonio hacia nuestros antepasados. El 28F y el consiguiente tsunami cultural andaluz de los ochenta se encargaron de neutralizar lo poco que nos quedaba. Y así, hasta nuestros días.

Vivimos instalados en la cultura de la imitación, uno de los principales peligros que atenaza la identidad colectiva de un pueblo. No es asunto baladí. Aquellas sociedades que ignoran su historia, su etnografía, su cultura, se convierten en verdaderos rehenes de un colonialismo que les condena a la dependencia, al ejercicio de un rol pasivo, a ser meras comparsas. La recuperación y la defensa del patrimonio cultural almeriense constituye una tarea que incumbe a todos. La sociedad civil, pero también las administraciones públicas. Desde Acción por Almería intentamos contribuir a este noble fin. No estamos solos, y cada vez somos más. ¿Te unes a nosotros?



Pedro Asensio es escritor, licenciado en Derecho y Económicas, y vocal de la asociación cultural reivindicativa Acción por Almería